Aveces solíamos oír por ahí algunas
personas decir que todo momento es aquí y es ahora; ni el pasado ni el futuro
deberían interferir en nuestra conexión con el mundo si conseguimos ver este
momento como único. La idea de viajar como una experiencia más que como un
logro enmarcarle es fascinante y nos puede llevar a descubrir cosas y personas
que no esperábamos.
Lo
que más me gusta de viajar es experimentar cosas y sobre todo, conocer a
personas, pero nada de ello sería posible si mis preocupaciones en medio del
viaje están amarradas a otros hechos menos trascendentes. Viajar es un placer
que alcanza su estado máximo cuando podemos conectarnos con el entorno sin
importarnos lo que pase después.
Dicho así todo esto parece muy abstracto así que vamos a poner un ejemplo que sea más fácil de entender. Hace unos meses viajé a la selva Peruana para aprovechar un poco de sol, rios, algo de tranquilidad y conocer las famosas islas charapiense de las que tanto se habla “Quistocoha” en la calurosa ciudad de Iquitos. El sitio era precioso, realmente fabuloso las casitas muy peculiares y el clima cálido con un aire placentero una invitación para quedarme a vivir.
Pero había algo que no terminaba de
cuadrar y que lo descubriría un poco más tarde. Los atardeceres en Quistococha
son preciosos, una postal inigualable que quieres ver. Y me habían dicho que
eran como una historia sacado de una escena de película, en un punto muy
elevado así que fui allí.
En ese precioso instante en el que el
sol caía y el aire se ponía más fresco sobre el mar parecíamos más preocupados
por retratar el momento, hacer una fotografía de nuestra cara o publicar la
imagen donde sea para que “todo el mundo” la vea. El futuro se había metido
para hacernos tropezar en el presente. He vivido, y participado, en situaciones
similares más de una vez. Son situaciones en las que parece más importante contar
lo que estamos haciendo que hacerlo de verdad.
Tengo la sensación que algunas personas
viajan para mostrar dónde están antes que para vivirlo y el viaje y las
vivencias se convierten así en un presente sin importancia porque el objetivo
es otro. Al viajar he descubierto, a golpe de realidad y equivocación, que
vivir el presente en cada situación, centrándome en lo que estoy experimentando
y viviendo, me hace ser consciente de ese momento, conectar con el entorno,
disfrutar y preocuparme, solamente, por conectar. Lo que llegue después no
importa, ya habrá tiempo para disfrutarlo.
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