Bocinas de autos, gritos, insultos,
gestos de manos, caras enojadas... y lo que puede ser peor, absoluta
invisibilidad.
¿Suena familiar?
Este puede ser el escenario de cualquier
gran ciudad, donde la gente parece recorrer las calles con la cara al suelo y
la vista fija en el destino que quiere llegar. Y mientras más gente tenemos
alrededor, más tendemos a evadir a los otros. Pero, ¿por qué evitamos contacto
visual o saludar ni qué decir ayudar a un extraño?
Según la literatura científica, la
respuesta la podemos encontrar en nuestro cerebro.
"Cuando salimos del metro o estamos
en una calle llena de gente, nuestro cerebro se vuelve hiper vigilante a la
percepción de amenaza de lo que nos rodea", le dice al programa de la BBC
The Why Factor la doctora Elle Boag, profesora en psicología social de la
universidad de Birmingham, Reino Unido.
"Tan sólo somos una persona ante un
aglomerado de gente, lo que nos lleva a comportarnos de forma defensiva;
constantemente estamos alerta ante posibles amenazas".
Es un mecanismo de protección que nos
permite sobrevivir en el camino a nuestro destino, pero es lo que hace que
parezcamos (y algunos de hecho lo sean) antipáticos.
Por todo y de todo
El ambiente de la ciudad hace que se
incremente la actividad en la parte del cerebro que se conoce como corteza
prefrontal.
Y esto hace que, según Gregory Bratman,
investigador de la Universidad de Stanford, en EE.UU., en la ciudad la gente
tienda a rumiar más sobre básicamente todas las cosas que no están bien con
nosotros y nuestras vidas. En un estudio publicado en la revista Nature por el
profesor Andreas Meyer-Lindenberg, de la universidad de Heidelberg, en
Alemania, se explica cómo la amígdala cerebral -localizada en los lóbulos
temporales- está más activa en las personas que viven en las ciudades.
"Y ya sabemos lo que hace la
amígdala", le recuerda Meyer-Lindenberg al diario británico The Guardian.
"Es el sensor de peligro del cerebro". La otra zona que más activa
cuando estamos en la ciudad es el giro cingulado -en el área media del cerebro "que sabemos es importante porque controla la emoción y lidia con la
adversidad del ambiente".
¿Y
el campo?
Si las ciudades pueden encerrarnos en burbujas,
la vida en zonas rurales puede ser completamente distinta. "Se trata de un ambiente reducido
donde la gente se conoce y no hay esa sensación de peligro", señala Elle
Boag. "Es esa conexión con todo el mundo de tu comunidad la que se pierde
cuando vas a la ciudad y estás en un ambiente muy, muy abarrotado de
gente".
Lo que a su vez permite que las zonas
del cerebro responsables de mantenernos alerta ante el peligro disminuyan su
actividad. Si bien esto puede ser cierto para quienes vivan en los pueblos y el
campo, Thomas Farley, presentador estadounidense de televisión, conocido en
Nueva York como "Señor Modales", considera que ese no es el caso para
quienes visitan estos idílicos lugares.
"Si, puedes tener aire puro, pero
en los pueblos pequeños puedes sentirte muy aislado cuando no eres
conocido", le dice a la BBC. "La tolerancia no siempre es tan alta en
las grandes ciudades, porque no están acostumbrados a interactuar con extraños,
allí no hay diversidad", agrega. Quizás esto se deba a que el desconocido
hace que se activen esos sistemas de alerta tan comunes en las urbes.
Donde
vas...
Otra razón por la que nos comportamos
-si cabe decir- más agresivos en la ciudad es, según Boag, a que tendemos a
imitar el comportamiento de los demás. "Cuando estamos en la ciudad, en un
ambiente lleno de gente, miramos a otras personas en busca de claves de cómo
debemos comportarnos". Y lo que suele haber alrededor son
señales defensivas de individuos que evitan el contacto visual, lo que hace que según la experta respondamos de la misma forma.
"Utilizamos mecanismos de defensa psicológica para protegernos", agrega. Pero Farley explica que lo que ocurre en las ciudades es que la gente va muy apurada. "Es un lugar donde para sobrevivir uno no se puede detener a charlar", señala. "Estás apurado porque hace cinco minutos que debías estar en un sitio. No es que sean antipáticos, y no es nada personal". Y al fin y al cabo, caemos en este círculo de comportamiento de patrones antipáticos donde la gente no se mira ni saluda.
"Utilizamos mecanismos de defensa psicológica para protegernos", agrega. Pero Farley explica que lo que ocurre en las ciudades es que la gente va muy apurada. "Es un lugar donde para sobrevivir uno no se puede detener a charlar", señala. "Estás apurado porque hace cinco minutos que debías estar en un sitio. No es que sean antipáticos, y no es nada personal". Y al fin y al cabo, caemos en este círculo de comportamiento de patrones antipáticos donde la gente no se mira ni saluda.
Un comportamiento cada vez más dominante
en el mundo, pues ahora son más los que viven en urbes que en el campo -y de
acuerdo con la UNO, para el 2050 más del 70% de la población mundial vivirá en
una ciudad.
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